El Papa y millones de fieles rezan por las víctimas de Santiago
AFP
Una multitud recibe al Papa en la playa de Copacabana
JUAN VICENTE BOO / ENVIADO ESPECIAL A RÍO DE JANEIRO
Día 28/07/2013 ABC.es
Apenas reposado después de una noche de alto voltaje –con la adoración eucarística de tres millones de jóvenes en la playa de Copacabana-, el Papa Francisco se ha encontrado este domingo en la misa final un numero e fieles todavía mayor, y los envió al mundo entero con las palabras de Jesús: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos». Lo recalcó comentando tres ideas muy sencillas: «Vayan, sin miedo, para servir».
Dilma Rousseff, Cristina Fernández, Evo Morales y otros mandatarios, asistían entre los invitados. En la oración de los fieles se rezó por las víctimas y los heridos del accidente de Santiago de Compostela.
«¿En qué se parecen Jesucristo, los Rolling Stones y el Papa Francisco?», se preguntaba hace un par de semanas el cardenal hondureño Óscar Maradiaga. La respuesta es: «En que se reunían con gente en la playa». Pero hay también muchas diferencias. Por ejemplo, que los Rolling Stones atrajeron a un millón y medio de personas para el concierto de febrero del 2006 en Copacabana, mientras que Francisco ha reunido más del doble.
En la cabeza de muchos jóvenes, que habían dormido pocas horas, se superponían los poderosos mensajes de la adoración eucarística nocturna con los de la misa en la mañana del domingo. Por la noche, el Papa les había dicho, con gran energía, al margen del discurso escrito: «Chicos y chicas, ¡No se metan en la cola de la historia! ¡Sean protagonistas!».
Entre el silencio y el rock
Lo decía en español y lo remachaba con modismos argentinos como el de mirar por el balcón mientras otros pasan: «No dejen que otros sean protagonistas del cambio. ¡No balconeen la vida! ¡Métanse en ella con Cristo Jesús!». La adoración incluyó momentos de silencio absoluto y otros de música rock, con letras que eran plegarias como «Every hour I need you».
El Papa estaba como inmóvil, absolutamente concentrado en la Sagrada Forma. Uno tras otro, los artistas cantaban de rodillas delante de la custodia. Los guitarristas tocaban también de rodillas. Era un acto de adoración emocionante y, a veces, sobrecogedor.
Al levantarse, terminada la canción, algunos rompían a llorar lo mismo que miles de jóvenes de pie en la arena o en el paseo marítimo, donde se alineaban 26 grandes pantallas para que todo el mundo pudiese ver bien.
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