El pasado día 19, mi amigo y alumno aventajado José Ramón Montes, me invitó a una conferencia en el Circulo de Bellas Artes sobre el impacto urbanístico del tren en la ciudad de Madrid. Presentó a varios especialistas en el tema, arquitecto, ingeniero y geógrafo. Tras dos horas y cuarto el implacable reloj obligo a posponer un interesantísimo debate.
Uno de los temas tratados fue el tren de alta velocidad (AVE). Un prestigioso arquitecto defendía que el AVE acercaba la costa a Madrid y en gran medida tenía razón. Yo particularmente soy un enamorado del tren y voy a echar de menos los trenes con sus locomotoras tractoras y pasar la noche en el expreso de Lisboa o el tren de Paris.
No es lo mismo ver pasar el paisaje a 300 kilómetros por hora, que a ciento diez. Tal vez sea el precio del progreso pero gran parte del encanto de viajar se pierde. Como daños colaterales están las estaciones intermedias que poco a poco están condenadas a la extinción.
Durante mi infancia asistí a la desaparición del “Tren Eléctrico” como juguete estrella de los niños a favor del “Scalextric”, del “Mecano” por el “Lego” y del “coche fricción” por el “coche de eléctrico”.
En la sociedad también el automóvil, el plástico y la electricidad se abrieron paso a codazos y en un santiamén ocuparon un sitio de privilegio en nuestras vidas.
En la actualidad las “realidades virtuales”, con simuladores de todo tipo sustituyen la mayor parte de las experiencias infantiles. Los coches teledirigidos, helicópteros por radio control perritos robotizados, muñecos que gesticulan y juegos de mesa en la pantalla del televisor, alejan más y más a los niños, de juguetes como el tren eléctrico que necesita mucho espacio y dedicación para instalarlo.
Yo que soy abuelo estoy deseando que sea un poco mayor mi nieta para regalarla un tren eléctrico a escala y poder contarle como era esos viajes en Talgo a Santiago de Compostela o en vía estrecha de Oviedo a Gijón. Como conocí a muchos amigos en el tren y aprendí cosas cuando se detuvo el tren dos horas en “Venta de Baños”.
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En el pueblo de mi abuela Puente Viesgo, donde pasábamos los verenos había un linea de Ontaneda a Solares que también utilizaba máquinas de carbón.