Un día cuando salía de casa en El Escorial me encontré una carretilla nueva y resplandeciente. Era de un pariente con pocas luces. Acto seguido lo encontré cargando un cesto de leña bastante pesado.
-¿No sería más fácil que subieras la leña en la carretilla?, le sugerí amablemente.
- No es que me la quiero llevar sin estrenar a Arenas, me contestó.
Yo continué mi camino sin entender que pasaba por esa obtusa cabeza y ahí quedo la cosa.
Dio la casualidad que al día siguiente pasó por allí una abuelilla de noventa años con un terrible apretón de vientre, la abuela entró en el portal porque ya no podía más y vio la carretilla. Ni corta ni perezosa descargo su vientre en la carretilla y de regalo le dejó las bragas sucias.
Esta fue la gran botadura de la famosa carretilla.
Comentarios