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Las coartadas del 18 de julio

 

Los historiadores Francisco Sánchez y Ángel Viñas conversan sobre las versiones que el franquismo y el neofranquismo dan de la rebelión militar

Domingo, 14 de julio del 2013

ERNEST ALÓS / Barcelona

Que el asesinato de José Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936, fuese el detonante último de la guerra civil es un argumento tan caducado como vigente entre los españoles educados durante el franquismo (y, ay, después). Este y otros mitos sobre el 18 de julio, los creados para justificar la rebelión militar o los reformulados a posteriori para defender la legitimidad del franquismo (que no son necesariamente los mismos), están vivos e incluso siguen pesando en el discurso político actual. Y no solo en el de la derecha revisionista. A ellos se les dedicó en julio del 2011 -con motivo del 75º aniversario del inicio de la guerra, en homenaje al recientemente fallecido Gabriel Cardona, y en plena efervescencia por el filofranquista diccionario de la Real Academia de Historia- un curso en El Escorial, cuyos contenidos hace poco han tomado forma de libro ('Los mitos del 18 de julio', en la editorial Crítica).

zoomFranco llega a Sevilla el 23 de julio de 1936. Aún sin el bigote, que se afeitó para pasar desapercibido en el viaje de Canarias a Marruecos.

Franco llega a Sevilla el 23 de julio de 1936. Aún sin el bigote, que se afeitó para pasar desapercibido en el viaje de Canarias a Marruecos.

zoomUna multitud saluda a las tropas fascistas tras la toma de San Sebastián, el 13 de septiembre de 1936.

Una multitud saluda a las tropas fascistas tras la toma de San Sebastián, el 13 de septiembre de 1936.

"En términos generales, venimos a decir que la guerra civil no era inevitable, no era el resultado normal del funcionamiento del sistema republicano. ¿Para qué se hizo el 18 de julio? Para salvar la estructura de la propiedad y los privilegios de las clases sociales dominantes de este país", explica Ángel Viñas, coordinador de ese curso y autor de uno de los capítulos del libro, junto con Fernando Puell, el fallecido Julio Aróstegui, Eduardo González Calleja, Hilari Raguer, Xosé M. Núñez Seixas, Fernando Hernández Sánchez, José Luis Ledesma y Francisco Sánchez Pérez, coodinador a su vez del volumen.

"En cambio, la idea de que el 18 de julio se hizo para salvar a España de la caída en el abismo de la revolución y en el abismo soviético sigue totalmente consolidada entre la derecha", añade Viñas. Aunque hay mitos tan transversales que contaminan incluso la actualidad política más inmediata. La república como un inmenso caos inviable y que nunca se debería repetir, que lleva a un temor extendido de derecha e izquierda a cualquier cambio institucional profundo o cualquier reforma drástica. "El fracaso republicano es el tópico por excelencia. Y que el antídoto es un sistema democrático más o menos regulado. Esos mitos están muy vivos en la izquierda, sobre todo en el PSOE: no nos metamos con la Iglesia, porque la república lo hizo y mira lo que pasó, no nos metamos demasiado con las fuerzas de seguridad o el Ejército, no nos metamos...", enumera Viñas. Francisco Sánchez asiente. "La Constitución del 78 se aprobó por la sombra que arrojó la experiencia republicana. El sistema de partidos que se dibuja en los años 70 y que ahora recibe tantas críticas en el fondo se debe a la búsqueda de estabilidad, porque se consideraba que en la república los partidos habían sido muy débiles". Pero su libro es de historia, no de polémica presentista. ¿Cuáles son esos tópicos consagrados, y hasta qué punto tienen base real o no?

El desastre de la experiencia republicana es el primer mito que cuestionan. Según los autores, la democracia republicana no fue menos conflictiva o violenta que todas las democracias continentales de entreguerras, ni que España fuese el salvaje «reñidero» que dibujaba en su libro Franz Burkenau. «Y de hecho, los golpes autoritarios institucionales en muchos países europeos triunfaron porque la burguesía los apoyó en pleno. Que en España no fuese así es una de las explicaciones de que acabasen en guerra civil», sostiene Sánchez. «Y la intervención extranjera -añade Viñas-. Porque quien estaba conspirando no era la izquierda amamantada por Moscú, eran los monárquicos con la ayuda fascista».

Esta trama civil monárquica -aunque, finalmente, el golpe lo gestionan los militares- también queda habitualmente minusvalorado en la visión tópica de los preparativos del golpe. "La trama civil es la que conspira con el extranjero, no los militares. Los que crean o contribuyen a crear el estado histérico del discurso político son los civiles. Es el 'Abc', para hablar en plata. Y Calvo Sotelo, Goicoechea y Sáinz Rodríguez, sus mandados, eran los que negociaban con los fascistas italianos. Nadie negociaba en cambio con los rusos", sostiene Viñas.

Los mitos cambian. Si en los manifiestos de los golpistas se ponía en primera línea el peligro ruso, recuerda Viñas, "como ese enemigo ya no existe, pero sí el socialismo, para los medios de derechas es la izquierda liderada por el PSOE la que empujaba a España al colapso revolucionario". ¿Pero de qué revolución hablaba, por ejemplo, el incendiario Largo Caballero? A esa pregunta responde en el libro el fallecido Julio Aróstegui. "Una movilización popular importante, que en parte respalda las reformas gubernamentales y en parte, las empuja. Eso es lo que ellos llaman revolución, que la gente está rebelde e insumisa", responde el historiador.

Pero tenemos la violencia de los meses posteriores a la victoria electoral del Frente Popular. Un fenómeno que han estudiado a fondo Sánchez Calleja y Ledesma, explica Sánchez. "Hay muertos por atentados y represalias, pero todas las evidencias numéricas van en la misma dirección: el peso de las víctimas son militantes de la izquierda, y la gran mayoría de quienes los matan son las fuerzas de orden público y los pistoleros falangistas -afirma el historiador-. No hay ni un religioso asesinado en esos meses previos. Hay gente que trata de encontrar una continuidad entre la violencia previa a la guerra y la violencia de la guerra, y no es exactamente así".

Que los militares se levantaron para defender los privilegios de la Iglesia sería otro mito, por cierto. "No tiene nada que ver con el 18 de julio. Los militares no lo usan en sus bandos de guerra hasta septiembre y de hecho el programa del directorio militar de Mola menciona la separación de Iglesia y Estado", recuerda Viñas. Aunque la violencia anticlerical de los anarquistas puso en bandeja un arma de movilización y propaganda internacional a los generales.

Pero no solo la derecha tiene mitos. "Forma parte también de cierta mitología que las milicias populares fueron las que resistieron el golpe. Pero en Sevilla, por ejemplo, la resistencia fracasó porque las milicias solas, sin las fuerzas de orden público, no pudieron", precisa Sánchez.

LAS ESCUADRILLAS DEL 1 DE JULIO

Aunque lo publicado sobre la guerra civil sea exhaustivo, aún quedan muchas cosas por contar. Sean síntesis explicativas (como el libro de Francisco Alía 'Julio de 1936', u' relato cronológico de la conspiración previa al golpe y de su ejecución) o investigaciones que descubren nuevos repliegues -como `La conspiración del general Franco', publicado como el anterior en el 2011 con motivo del 50º aniversario del inicio de la guerra y en el que Viñas sostenía que Franco inició el golpe el 16 de julio con el asesinato del general Balmes en Las Palmas, o la tesis doctoral de Jacint Merino, leída en el 2010 y base de un libro de próxima publicación, 'Los militares se sublevan en Barcelona. 19 de julio de 1936', que ha explotado la documentación inédita sobre los preparativos del golpe y analiza la decisión de última hora de enviar al general Goded a una plaza tan poco segura como Barcelona, que acabó con uno de los posibles rivales del liderazgo de Franco en el paredón).

En 'Los mitos del 18 de julio' hay una aportación novedosa: el descubrimiento de Ángel Viñas de la compra en Italia de los aviones necesarios para equipar a dos escuadrillas de cazas y una de bombarderos modernos, probablemente financiada por Juan March, por parte del agente monárquico Pedro Sáinz Rodríguez. "Mussolini está apoyando el golpe desde antes de que exista el golpe", destaca Viñas.

Las dimensiones de la compra, suficiente para imponerse a la escasa y obsoleta aviación republicana, son una prueba más de qué campaña militar tenían en mente los insurrectos. No un pronunciamiento de éxito instantáneo, pero tampoco una guerra larga. "Es un suministro para una guerrita de tres meses, para apoyar la marcha sobre Madrid de un golpe que se presupone que puede fracasar. Y sin la ayuda de la URSS, la república no hubiese pasado de noviembre; esa era la guerra que planificó Mola", añade el historiador.

ElPeriódico.com

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