Río recibe hoy al Pontífice en la JMJ más colorida y musical de la historia. En su primer viaje internacional, visitará una favela y se reunirá con reclusos
AFP
El Papa Francisco acudirá a Brasil en su primera JMJ
La «prueba de fuego» de cada nuevo Papa es su primera Jornada Mundial del Juventud. Es un «test» de resistencia física, de sintonía con los jóvenes y de agilidad mental. Benedicto XVI lo pasó de modo brillante en agosto del 2005. Hoy es el gran «estreno» de Francisco, que lleva tres días seguidos pidiendo insistentemente oraciones por este viaje. El viernes estuvo con Benedicto XVI, el sábado rezó ante la Virgen en Santa María Mayor y ayer pidió las plegarias del mundo entero durante el Ángelus del domingo.
El Papa Francisco hablará hoy por primera vez en portugués, y recorrerá en «papamóvil» descubierto las calles centrales de Río de Janeiro para un primer abrazo con las gentes del Nuevo Mundo. El primer Papa americano vuelve a «su» continente. El avión en el que viaja el Pontífice, un Airbus A330 de la compañía italiana Alitalia, despegó del aeropuerto de Fiumicino a las 08:55 hora local (06:55 GMT) y tiene previsto aterrizar en el aeropuerto Galeao/Antonio Carlos Jobim de Río de Janerio a las 16.00 horas locales (19.00 GMT), tras haber recorrido los 9.200 kilómetros que separan ambas ciudades.
En buena medida, el largo vuelo de doce horas sobre el Mediterráneo, el desierto del Sahara, el Atlántico y la hermosa línea costera del Brasil es justo el que pensaba haber hecho a finales de marzo de regreso a Buenos Aires. Pero fue elegido Papa, y entonces todo cambió, incluso su aspecto. El rostro habitualmente cansado y severo del cardenal Bergoglio se transformó en la sonrisa de Francisco. Se volvió más resuelto y más valiente. Por eso habla y se mueve como un hombre libre, gobierna «a su manera», y ha dejado en Roma, contra la opinión de todos, el «papamóvil» blindado.
Una escolta desarmada
En estos momentos, quienes más rezan por el viaje son los miembros de la Gendarmería Vaticana y de la Guardia Suiza que harán, desarmados, la escolta de proximidad, el primer anillo de un dispositivo que incluye un increíble total de 22.000 personas entre soldados y policías. Río de Janeiro es una de las ciudades más hermosas del mundo, pero también muy insegura. Conseguir que no les pase nada malo al Papa ni a ninguno de los dos millones de chicos y chicas jóvenes de ciento y pico países es una tarea sobrehumana.
«Los protagonistas son los jóvenes», dijo ayer el Papa desde el balcón de su biblioteca durante el rezo del Ángelus, con más de cincuenta mil fieles que acudieron a despedirle.
«Veo allí abajo una pancarta que dice “Buen viaje”. ¡Gracias! ¡Gracias! Os pido que me acompañéis espiritualmente con la oración», añadió hablando, como siempre, al margen del texto escrito. En esa línea de conversación casi confidencial, el Papa comentó que «habrá tantísimos jóvenes de todas las partes del mundo. Pienso que se podría llamar la Semana de la Juventud. Eso es: ¡la Semana de la Juventud!». Es, desde luego, un nombre más apropiado.
Yendo al núcleo mismo de esta gran cita mundial, Francisco subrayó que «todos los que vienen a Río quieren escuchar la voz de Jesús. Quieren preguntarle “Señor, ¿qué debo hacer con mi vida? ¿Cuál es el camino para mí?”. No sé si hay jóvenes en la plaza… ¡Ah! ¡Ya veo que sí…! Pues también vosotros tenéis que hacer la misma pregunta al Señor: “Jesús, ¿qué debo hacer de mi vida? ¿Cuál es el camino para mí?”.
En varias ocasiones, cuando los fieles se han puesto a corear «¡Fran-cis-co! ¡Fran-cis-co!» en la plaza de San Pedro, el Papa les ha frenado y les ha invitado a corear «¡Je-sús! ¡Je-sús!». En realidad, los jóvenes saben que van a un encuentro con el Papa y también con Jesucristo, el protagonista de las catequesis de los obispos, del Vía Crucis del viernes por la noche en la playa de Copacabana, de la adoración eucarística nocturna en la gran explanada de Guaratiba y, por supuesto, de la misa final.
El Santo Padre ha despegado ya del aeropuerto romano de Fiumicino hoy a las 8.45 y aterrizará en Río de Janeiro a las nueve de la noche, hora española. En un cambio de programa, no irá inmediatamente al palacio donde le esperan la presidenta del Brasil y las autoridades, sino a la catedral, para recorrer después algunas calles cercanas en «papamóvil» descubierto. Su primer saludo será para la gente.
JUAN VICENTE BOO / CORRESPONSAL EN EL VATICANO
ABC.es - Día 22/07/2013
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